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Emigrantes en Alemania

Situación social y económica de los emigrantes en la RFA

En el momento actual la población extranjera en Alemania asciende al 9%, constituyendo el colectivo turco, con un 28% del total, el grupo más numeroso.

Con objeto de entender mejor la situación social y económica de este colectivo, conviene analizar en primer lugar las relaciones teóricas entre el mercado de trabajo y la posición social y económica de los trabajadores extranjeros. Asimismo ha de examinarse la relación de complementariedad y de sustitución entre trabajadores autóctonos y extranjeros en lo referente al mercado laboral.

Relaciones teóricas del mercado laboral y la posición económica y social de los extranjeros

La posición social y económica de los extranjeros en la sociedad de consumo, al igual que la de los habitantes nativos, se determina en función de su posición e integración en el mercado de trabajo. La influencia de la inmigración sobre el mercado de trabajo depende de la magnitud de la misma. Una inmigración ilimitada conlleva necesariamente una disminución en la ocupación de los trabajadores naturales del país, paralela al crecimiento de la ocupación y del aumento de población en términos generales. En consecuencia, una inmigración ilimitada conllevará un porcentaje de paro superior de la población nativa y sueldos inferiores con respecto a la situación previa (Vid. Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 37.).

De ahí que, limitando la inmigración se evite un aumento de desempleo de la población activa nativa así como el descenso de los salarios de los trabajadores autóctonos. Paralelamente, el incremento de producción de la economía nacional que se deriva del crecimiento de la inmigración implica una mayor demanda de trabajo. Dependiendo de la magnitud de esta demanda, ésta puede repercutir en un mayor nivel ocupacional y mejoras salariales para los trabajadores nativos en el nuevo equilibrio del mercado de trabajo.

Para poder analizar las posibles repercusiones de la inmigración en los sueldos, productividad, trabajo y capital así como crecimiento económico, ha de dejarse a un lado la imagen de un mercado de trabajo unitario, dado que el posicionamiento sobre mercados de trabajo segmentados es más cercano a la realidad. Partiendo de un simple dualismo en el mercado de trabajo general cabe hablar de un trabajo parcial primario y secundario. De ahí el planteamiento de la relación entre trabajadores nativos y extranjeros, así como la relación complementaria o sustitutoria entre ellos.

Relación complementaria o sustitutiva en el mercado de trabajo

En un contexto de mercado de trabajo, complementariedad significa que la inmigración de trabajadores extranjeros entraña una mayor demanda de trabajadores oriundos, mientras que la sustitución produciría una demanda decreciente de trabajadores del país. A su vez, los principios de segmentación atribuyen a la estructura de los mercados de trabajo una considerable influencia sobre las posibilidades laborales de los diferentes grupos profesionales, ya que se cree que el mercado de trabajo se subdivide en, al menos, dos segmentos, poco o nada permeables entre sí. Por consiguiente, independientemente del capital humano aportado, determinados grupos de inmigrantes sólo pueden acceder al segmento secundario del mercado de trabajo; segmento que se caracteriza por condiciones de trabajo malas, salarios bajos y escasa estabilidad laboral. Son los puestos de trabajo, para los que no se precisa especialización y, consiguientemente, están vinculados con bajos costes tanto de formación como de contratación por parte de la empresa, además de estar acompañados de gran fluctuación.

En consecuencia, y acorde a la tesis de la complementariedad, los trabajadores extranjeros ocupan aquellos puestos de trabajo que, por las razones que fuere, descartan los trabajadores autóctonos. De ahí que desempeñen una función suplementaria en el mercado de trabajo.

Frente a esta postura, los representantes de la hipótesis de la sustitución defienden que los extranjeros usurpan los puestos de trabajo a los trabajadores del país o, dicho con otras palabras, que los trabajadores nativos son sustituidos por trabajadores extranjeros.

Desde un enfoque empírico puede afirmarse que en un mercado segmentado los trabajadores extranjeros desempeñan tanto una función complementaria como sustitutiva. Este enfoque deriva automáticamente de la segmentación del mercado de trabajo.

“Treffen die Ausländer auf inländische Arbeitnehmer, zu denen sie sich sowohl komplementär als auch substitutiv verhalten, so treten Phänomene im Sinne beider oben genannten Zusammenhänge auf.“ (Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 38.).

La relación entre trabajadores extranjeros y autóctono depende, además de las condiciones estructurales del mercado de trabajo, a su vez de la situación coyuntural: cuando el mercado de trabajo es reflejo de una situación de bonanza económica, los trabajadores extranjeros desempeñan una función complementaria. Y viceversa, en un mercado de trabajo de paro y escasez económica, los trabajadores extranjeros desempeñan una función sustitutiva.

En lo referente a la relación existente entre inmigración y crecimiento, ésta ha de analizarse por medio de diversos ámbitos de acción. Las repercusiones directas resultantes, a su vez, dependen de las hipótesis, bien complementaria, bien sustitutiva.

“Unterstellt man letztere [Substitutionshypothese], müβte eine Erhöhung des Arbeitsangebots aufgrund von Inmigration zu einer tendenziellen Wachstumsabschwächung führen. Umgekehrt erhöhen Inmigranten das Wachstum dann, wenn sie spezifische Mismatchsituationen am Arbeitsmarkt – also Nachfrageüberhänge auf spezifische Teilarbeitsmärkten – ausgleichen, die ein mögliches Wachstum beschränken. (“Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 37.).

En términos de macroeconomía ha de decirse que los inmigrantes influyen gracias a su comportamiento de consumo en el crecimiento. No sólo debido a la mayor demanda de la economía global, sino también por el mayor gasto administrativo, la mayor necesidad de infraestructuras, de viviendas y cultura. Se crea la necesidad de inversiones nuevas y las consiguientes posibilidades de ocupación. En otras palabras, existe un factor multiplicador en el trabajo de los extranjeros. El valor de este multiplicador depende por un lado del tipo de migración y por otro del nivel de crecimiento en el país de acogida. Si la migración se reduce al individuo, el efecto multiplicador es inferior que si emigran familias enteras. El incremento de la demanda de bienes de consumo es mayor si emigra toda la familia.

Esta exposición previa pretende dilucidar que las posturas y, por consiguiente, la integración de los extranjeros depende de su relación con el mercado de trabajo y con los trabajadores autóctonos. El que esta relación sea de índole complementaria o sustitutiva depende en gran medida de las magnitudes coyunturales y estructurales, además de las variaciones temporales a las que está sujeta esta relación.

La situación económica de los extranjeros

Los ámbitos laborales y los posicionamientos del mercado de trabajo se caracterizan por la estructura económica imperante en el momento álgido de la inmigración industrial, aunque en el transcurso del tiempo estas estructuras sectoriales han variado. Los extranjeros fueron contratados principalmente en el sector de la producción y en el de la construcción. En 1960 el 45% y el 26% respectivamente trabajan en estos dos ámbitos.

(En los años 80, por el contrario, el 63% trabaja en el ámbito de la producción. Esta cifra desciende en 1995 hasta un 50%. Ha de destacarse, a su vez, que en la actualidad sólo un tercio de la población alemana desempeña algún trabajo en este ámbito. Vid. Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 39; y Molte, Jan / Ohliger, Rainer / Von Oswald, Anne (1999eds.): 50 Jahre Bundesrepublik – 50 Jahre Einwanderung. Nachkriegsgeschichte als Migrationsgeschichte, Frankfurt / New York: Campus Verlag. ).

El sector de la construcción pierde pujanza a principios de los años 80, pasando a trabajar en este sector tan sólo la mitad de los extranjeros con respecto a los años 60. Sin embargo, la proporción de extranjeros en los sectores del comercio, transporte, servicios relacionados con la producción y servicios relacionados con el consumo, así como en dependencias estatales y organismos sociales se incrementa hasta el 35%, mientras que la cifra de alemanes ocupados en estos sectores asciende al 60%.

En resumidas cuentas, la escasez de mano de obra autóctona ocasiona la llamada de extranjeros. Esta escasez se caracteriza por un constante retroceso en la cuota de parados desde los años cincuenta hasta 1967. Los sectores ocupacionales de los extranjeros se reducen hasta principios de los años ochenta a unos pocos ámbitos, profesiones y regiones. Gracias a la presencia de trabajadores extranjeros los alemanes pueden continuar su formación, buscar trabajo en sectores mejor remunerados y con mejores condiciones laborales. Por consiguiente, la función desempeñada por los trabajadores extranjeros es de complementariedad.

Dada la cualificación de los extranjeros y su status social, éstos desempeñan los trabajos menos atractivos, más monótonos y pesados, así como los peor remunerados.

Los trabajadores extranjeros trabajan por término medio 38,0 horas semanales frente a las 32,5 horas semanales trabajadas por los alemanes, observándose una mayor desviación en los trabajadores no cualificados; en este ámbito los trabajadores alemanes trabajan 31 horas semanales frente a las 39 de los extranjeros.

Durante los años sesenta no hay paro entre la población inmigrante industrial, pues su estancia en Alemania es temporal y aquellos que se quedan en paro han de volver a su país de origen en un período de tiempo breve. De este modo no queda reflejado el paro de este colectivo en las estadísticas. Después de la crisis del petróleo de 1973, el número de parados extranjeros en Alemania alcanza por vez primera un punto álgido, situándose en un promedio de 100.000 parados.

A comienzos de los años 80 este número se incrementa y alcanza la cifra de 300.000 parados, para descender a finales de esta misma década a 200.000 y sufrir posteriormente un nuevo incremento. En 1990 se contabilizan por primera vez 400.000 extranjeros desempleados en la RFA.

En el período comprendido entre los años 1968 y 1973 llegan más extranjeros que nunca a Alemania, pasando la población extranjera de 1,9 millones a 2,6 millones. (Vid. Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 39; y Molte, Jan / Ohliger, Rainer / Von Oswald, Anne (1999eds.): 50 Jahre Bundesrepublik – 50 Jahre Einwanderung. Nachkriegsgeschichte als Migrationsgeschichte, Frankfurt / New York: Campus Verlag.)

El principio de rotación temporal aplicado hasta el momento se comienza a cuestionar a finales de los años sesenta, siendo dos las causas fundamentales para ello; por un lado, la meta del ahorro autoimpuesta les resulta imposible de lograr a los emigrantes y, por otro, no resulta rentable para el empresario alemán (No ha de olvidarse que todo nuevo trabajador debe ser formado previamente al desempeño de su trabajo, por lo que en las fases de transición disminuye la productividad en los sectores correspondientes.). Por consiguiente, en 1971 se introduce una modificación legislativa que permite la prolongación de los permisos de residencia así como la posibilidad del reagrupamiento familiar.

En 1973 se produce la interrupción de la contratación de trabajadores extranjeros por los motivos anteriormente citados. No obstante, el ‘Anwerbestopp’, como se denomina en alemán esta interrupción, no depara los resultados deseados (Aunque entre 1974 y 1977 disminuye en 706.000 el número de trabajadores extranjeros, sin embargo, en 1979 se incrementa nuevamente la contratación de éstos. La cifra de extranjeros residentes en Alemania disminuye en el período 1974 a 1977 tan sólo en 200.000 personas.), es decir el retorno de estos trabajadores a sus países de origen. Por el contrario, en 1980 viven 4,5 millones de extranjeros en Alemania, de los que 2,1 millones tienen trabajo, reduciéndose en los años siguientes considerablemente esta cifra.

La interrupción de la contratación induce a muchos trabajadores a optar por asentarse definitivamente en el país de acogida, con el consiguiente reagrupamiento familiar. De esta manera tiene lugar un cambio en la estructura de la población inmigrante.

Paralelamente la cifra de parados extranjeros se sitúa a partir de los años ochenta por encima de la cifra de parados alemanes (Excepto una breve fase, durante la segunda mitad de la década de los ochenta, en la que se acercan las cifras de paro alemán y paro extranjero.), creciendo desproporcionalmente y alcanzando en 1996 un récord de un 20,5%, siendo, además, la población turca la más afectada. En 1996 la cifra de paro entre la población turca es de un 24,4%, e.d. superior a la del colectivo extranjero general.

Si además se diferencia entre parados extranjeros por países de la UE y países terceros, se observa que la cifra de parados entre la población de países terceros es considerablemente superior a la de la población extranjera perteneciente a la UE (Excepción a tener en cuenta es la población de la antigua Yugoslavia, cuya tasa de paro es muy baja; a finales de 1996 el paro asciende a 11,1% entre este colectivo.).

Las razones de esta diferencia se deben al hecho de ser la inmigración perteneciente a la UE anterior en el tiempo, además de tener los trabajadores pertenecientes a ésta generalmente mejor preparación académica así como mejor formación profesional, y por ende a la mayor libertad de movimientos de los trabajadores miembros de la UE; gracias a esta libertad de movimientos estos trabajadores pueden desplazarse dentro de la Unión Europea y reaccionar ante cambios coyunturales.

Resumiendo por tanto, se puede determinar que las causas explicativas del mayor grado de desempleo entre la población extranjera se debe:

  • La ocupación de los extranjeros en el sector productivo es proporcionalmente muy elevado.
  • El sector productivo es el más afectado por procesos de reestructuración y racionalización.
  • Ante la creciente demanda de trabajadores cualificados, los trabajadores extranjeros están en desventaja por su escasa o nula cualificación.
  • El sector terciario le es vedado a muchos extranjeros por implicar un trato directo con el cliente.
  • Las actividades autónomas fracasan con frecuencia ante la imposibilidad de obtener el capital necesario.

La actividad autónoma, sin embargo, supone en los últimos años una alternativa al trabajo asalariado. El número de extranjeros autónomos, sin contabilizar miembros familiares que participen en el negocio, ha variado entre 1970 y 1995, de 40.000 a 240.000, a saber de un 3% a un 8,7%. El porcentaje de alemanes autónomos, por el contrario, asciende al 10% en 1995. Los sectores en los que trabajan los autónomos extranjeros son primordialmente comercio, transporte y servicios. Los grupos de extranjeros autónomos más representativos son los italianos, turcos, antiguos yugoslavos y griegos. Paralelamente son éstos los colectivos con mayor número de parados. Ésto es debido

“Die Vermutung liegt nahe, daβ sich die in Deutschland lebenden Ausländer endgültig für Deutschland als ihren Lebensmittelpunkt entschieden haben und mit dem Generationswechsel verstärkt auf die selbständige Erwerbstätigkeit gesetzt wurde.“(Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 43.

Analizados los tamaños de las empresas de los trabajadores autónomos extranjeros, se distinguen dos tipos fundamentalmente. Por un lado, uno de cada dos extranjeros mantiene una empresa de autoempleo sin personal contratado y, por otro lado, están aquellas donde el propietario trabaja junto con un trabajador contratado. Son pocas las empresas de extranjeros, en las que el dueño se limita al trabajo de gestión. Estos trabajadores se dedican principalmente a trabajos artesanales, ocupando frecuentemente huecos en el mercado desechados por los alemanes debido a los bajos ingresos, como pueden ser los servicios de sastrería o la producción alimenticia.

Las condiciones sociales de los extranjeros

La situación social de los trabajadores extranjeros depende primordialmente de su situación económica, por lo que ha de contemplarse la distribución de ingresos así como la evolución de los mismos; una vez analizadas la distribución y evolución de los ingresos, se contemplará el concepto de integración social, con la consiguiente problemática de la asimilación y las crecientes tendencias a la segmentación de la población extranjera.

En lo que respecta a los ingresos brutos de los trabajadores extranjeros se observa que son considerablemente inferiores a los de la población alemana. El salario medio de un trabajador alemán experimenta entre 1984 y 1995 un aumento del 55%, de 2.760 marcos a 4.290, mientras que el de la población extranjera crece, durante el mismo período, por término medio un 42%, situándose el salario medio en 1995 en torno a los 3.430 marcos.

Por otra parte, ha de tenerse en cuenta el efecto de la adición, es decir, la suma de varios salarios en una misma unidad familiar. De ahí que el salario bruto de un trabajador no sea indicativo del grado de prosperidad familiar, puesto que ha de tomarse en consideración el número de integrantes de la unidad familiar. Con otras palabras, el ingreso equivalente de la economía doméstica es el determinante de la prosperidad familiar. Y es en este aspecto en el que más divergen las familias alemanas de las extranjeras, dado que la relación economía doméstica con y sin hijos es de un 67% de hogares sin hijos entre los alemanes y de un 47% entre los extranjeros. Entre los alemanes el tipo de unidad familiar más extendido es el integrado por una persona, mientras que los extranjeros viven en hogares con cuatro o más personas, pese a observarse tendencias convergentes por la asimilación de hábitos alemanes entre la población foránea.

Las menores diferencias se observan, en el año 1995, entre las familias con dos hijos, representando un 34% los hogares extranjeros y un 36,9% los alemanes. Por el contrario, las mayores diferencias se aprecian en los hogares con cuatro o más hijos, ascendiendo entre la población extranjera a un 6,2% y entre la germana a un mero 2,6%.

Por consiguiente, para desarrollar un indicador idóneo que determine el grado de prosperidad material de una persona, han de contabilizarse, tal y como se menciona anteriormente, los ingresos de la unidad familiar, así como las diferencias de necesidades y el consumo de los diferentes tipos de unidades familiares junto con la capacidad de ahorro de cada una de ellas.

Dividiendo los ingresos brutos de la unidad familiar entre el número de miembros que la integran se obtiene un resultado poco ajustado a la realidad, dado que cada miembro adquiere un peso acorde a la edad; y el peso mayor corresponde al cabeza de familia que se puntúa sobre 1. El tamaño de la unidad familiar de una familia extranjera se mantiene constante en 3,3, mientras que entre la población alemana está en constante disminución. Este hecho se ve reflejado en la comparación del ingreso equivalente. Por consiguiente, en correspondencia con las magnitudes de las unidades familiares, las familias alemanas disponen por término medio de 1665 marcos frente a los 1264 marcos con que cuentan los extranjeros, manteniéndose, además, las tasas de aumento prácticamente invariables en ambos colectivos (Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 43.).

Si la pautas del comportamiento de asimilación hasta ahora alcanzado continúa, es de esperar que la próxima generación se iguale también en lo referente a ingresos. Acorde el coeficiente Gini (Este coeficiente es una medida para la distribución (des)igual de ingresos o patrimonio de una población; oscila entre 0 y 1; cuanto mayor el coeficiente Gini, mayor la desigualdad en el reparto.) la desigualdad ha aumentado ligeramente durante el período comprendido entre 1985 y 1995 (de 0,272 a 0,277) en lo que a ingresos en la RFA se refiere. Esta diferencia aumenta si se incluye a los inmigrantes, cuyo coeficiente Gini para el año 1995 es de 0,281, debido a que perciben ingresos equivalentes inferiores.

Por tanto, esta pobreza de ingresos ha de considerarse como pobreza relativa (Si los ingresos equivalentes medios de una persona son inferiores al 50% de los ingresos medios de la República Federal, entonces esta persona se halla en una situación de pobreza media. Si, por el contrario, los ingresos se hallan por debajo del 40%, entonces se considera pobreza severa. (Véase Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler. ). En el año 1985 se mide una tasa estándar de pobreza (umbral del 50%) del 11%. En el año 1995 esta tasa es prácticamente idéntica si no se incluye a los extranjeros. Sin embargo, al incluir a la población extranjera, estos indicadores experimentan un incremento de un 1%. Si además se tiene en cuenta que la población extranjera representa un 9% de la cuota global, este incremento ha de atribuirse necesariamente a unas tasas de pobreza extremadamente elevadas entre la población extranjera. En consecuencia, la cuota de pobreza estándar (umbral del 50%) entre la población extranjera asciende a casi un 30%.

Estos niveles de pobreza se plasman, a su vez, en las necesidades de servicios sociales. En 1995 aproximadamente un 27% de la población alemana percibe prestaciones asistenciales por parte del estado; cifra que se ha duplicado con respecto al año 1980. La tasa de receptores de asistencia social del conjunto de la población extranjera se sitúa en 1980 por debajo de la tasa de la población alemana, para quintuplicarse en 1995, alcanzando la cifra del 5,5%.

Por lo tanto, si se analiza la integración social a través de otros factores, no económicos, éstos no ofrecen un pronóstico optimista, dado que precisamente son dichos factores los determinantes de la situación económica y social de los extranjeros.

Según datos de la oficina de estadística federal, el 55% de los extranjeros procedentes de los países que primero enviaron emigrantes domina bien el idioma alemán. Una competencia lingüística por debajo de la media la presentan los inmigrantes turcos (49%). Asimismo, las mujeres extranjeras evidencian un peor conocimiento lingüístico que los hombres (48%). Sin embargo, la segunda generación apenas evidencia barreras lingüísticas, dominando el 93% de los extranjeros nacidos en Alemania el idioma.

Los buenos conocimientos del idioma y la prolongada permanencia en el país deberían en principio originar unas relaciones sociales intensas entre población autóctona y población inmigrante. Sin embargo, éste no es el caso. Sobre todo en la primera mitad de la década de los años 90 se perfila una mayor segregación social de la población extranjera (Encuestados sobre las tres personas más importantes, los extranjeros contestan: más de la mitad de los extranjeros no nombran a ningún alemán (58%); en el bienio 1992 – 1994 este porcentaje desciende, siendo en 1992 un 48% y en 1994 un 42% quien tiene relación con población alemana.).

En la segunda generación cabría esperar mayor interacción interétnica, dados los conocimientos lingüísticos. De hecho, es así; la segunda generación mantiene más contactos sociales con la población alemana. No obstante, durante el período 1992 – 1994 se manifiesta también en este colectivo un descenso en las relaciones (En 1992 dos tercios de los jóvenes crecidos en Alemania dicen tener un/a amigo/a alemán/a (67%); en 1994 sólo un 59% afirma tener algún amigo alemán.). Especialmente acentuada es la segregación social entre los inmigrantes turcos y sus hijos, manteniendo un mero tercio de éstos contacto con una persona alemana en 1994 (1992: 37%).

El colectivo de emigrantes aquí contemplado ha convertido la RFA de facto en su “Lebensmittelpunkt und damit zugleich Zielland (Vid. Sesselmeier, Werner (2000): “Die wirtschaftliche und die soziale Situation”, en: Chiellino, Carmine (2000 ed.), Interkulturelle Literatur in Deutschland. Ein Handbuch, Suttgart / Weimar: Metzler, p. 47. ), pese a no haber considerado en un principio la emigración como una circunstancia permanente. Sin embargo, aunque en 1995 el 47% de los extranjeros haya optado por una estancia permanente, el resto no tiene previsto un retorno inmediato. En lo que respecta a la segunda generación, el porcentaje de extranjeros que decide quedarse es considerablemente superior a la media. Este hecho no sorprende, pues han nacido y crecido en la RFA, y sólo conocen el país de sus padres por las estancias vacacionales.

No obstante, a pesar de la decisión de permanecer en Alemania, pocos se sienten nativos. En 1995 sólo un 11% se considera principalmente alemán, y entre la población turca este sentimiento es aún inferior, en tan sólo un 7%.
La segunda generación muestra ya un porcentaje mayor: en 1991 un 30% de los extranjeros de segunda generación se considera alemana, aunque este porcentaje desciende en 1995, momento en el que es el 21%.

Resumiendo, se puede afirmar que la situación e integración social y económica de los extranjeros depende fundamentalmente de su “posicionamiento” en el mercado de trabajo. Estas son comparadas con sus compañeros alemanes malas, como se deduce de la actual tasa de desempleo, prácticamente doble a la de los trabajadores alemanes. Sin embargo, este mayor riesgo de marginalización no depende tanto de las influencias coyunturales como de la pertenencia a determinados sectores de trabajo y la cualificación de los trabajadores extranjeros. Aproximadamente un 78% de los inmigrantes en paro no han terminado su formación frente a un 38% de la población de trabajadores alemanes.

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